Grado Noveno


Dimensión ética religiosa de la persona

Leo la siguiente lectura.

Los filósofos anteriores al cristianismo hablaban de la virtud perfecta para calificar la manera noble y acabada del ser humano; pero se movían en un ámbito puramente natural. La Iglesia habla además de virtudes sobrenaturales, que Dios comunica graciosamente al hombre y que, cuando se viven en plenitud, conforman la santidad. En la proclamación de los santos no hace otra cosa que investigar y sancionar que en aquella vida hay pruebas de que ha practicado, en grado heroico, las virtudes teologales de la fe, esperanza y caridad, así como las virtudes cardinales de la prudencia, justicia, templanza y fortaleza, con las virtudes anejas. La virtud -y las obras virtuosas- es lo que da el toque de perfección en el ser y en el obrar de la naturaleza humana; sobre todo si el ser natural viene elevado y ennoblecido por las virtudes sobrenaturales, ya que "la gracia no destruye la naturaleza, sino que la perfecciona".

1. Qué es la virtud

 Se dice que la naturaleza es principio radical de operaciones; la naturaleza, pues, no es operativa en cuanto tal, sino que lo hace mediante las potencias u órganos cuando es naturaleza corpórea: vemos con los ojos, oímos con los oídos, conocemos con la inteligencia. Si se ejercitan las potencias y órganos adquieren formas estables de actuación o hábitos operativos, que, si son buenos, se llaman virtudes; si malos, vicios. La virtud, por tanto, es una cualidad buena, que perfecciona de modo habitual las potencias, inclinando al hombre a obrar el bien.

2. Las virtudes morales

Las virtudes más excelentes son las virtudes teologales, que se refieren directamente a Dios; pero también son importantes las virtudes morales, que perfeccionan el comportamiento del individuo en los medios que conducen a Dios. Si pensamos en el modo de adquirirlas, unas son virtudes naturales o adquiridas, si se alcanzan con las fuerzas de la naturaleza; otras, sobrenaturales, si las concede Dios de modo gratuito. Las virtudes teologales siempre son sobrenaturales o infusas; las morales pueden ser adquiridas o infundidas por Dios. El hombre puede realizar actos buenos con  las fuerzas naturales, adquiriendo virtudes. Por ejemplo: la sinceridad, la laboriosidad, la discreción, la lealtad... Las principales virtudes morales -llamadas también cardinales porque son como el quicio o fundamento de las demás- son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. La prudencia es la virtud que dispone la razón práctica para discernir -en toda circunstancia- nuestro verdadero bien, eligiendo los medios justos para realizarlo. La justicia es la virtud que nos inclina a dar a Dios y al prójimo lo que les es debido, tanto individual como socialmente. La fortaleza es la virtud que en medio de las dificultades asegura la firmeza y constancia para practicar el bien. La templanza es la virtud que refrena el apetito de los placeres sensibles e impone moderación en el uso de los bienes creados. Además de las virtudes cardinales, el hombre debe practicar las otras virtudes morales, especialmente la religión, la humildad, la obediencia, la alegría, la paciencia, la penitencia y la castidad.

3. Virtudes naturales y gracia sobrenatural

A veces es difícil vivir las virtudes naturales porque después del pecado original el hombre está desordenado y siente la inclinación al pecado; pero Dios concede la gracia que las purifica y potencia elevándolas al orden sobrenatural, para que nos ayuden a obtener el fin al que estamos llamados: la eterna bienaventuranza, el cielo. Entonces las virtudes, sin dejar de ser naturales, son también sobrenaturales. Con la ayuda de Dios, las virtudes naturales forjan el carácter y dan soltura en la práctica del bien. El hombre es feliz al practicar la virtud.

4. Las virtudes teologales

  Estando el hombre elevado al orden sobrenatural, las virtudes naturales por sí solas no bastan, aunque son necesarias; y Dios concede al cristiano las virtudes teologales en el momento del bautismo, junto con la gracia. Las virtudes teologales son fe, esperanza y caridad.

La fe es una virtud sobrenatural por la que -apoyados en la autoridad de Dios- creemos las verdades que ha revelado y la Iglesia nos enseña.

La esperanza es una virtud sobrenatural por la que confiamos en que Dios nos dará la gloria mediante su gracia y nuestra correspondencia. La caridad es una virtud sobrenatural por la que amamos a Dios sobre todas las cosas -por ser quien es- y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.

5. La caridad, virtud suprema

La caridad es la virtud más excelente de todas por ser la primera de las teologales, que son las virtudes supremas. Cuando se viven de verdad, todas las virtudes están animadas e inspiradas por la caridad. Como dice San Pablo, la caridad es "vínculo de perfección" (Colosenses 3,14), la forma de todas las virtudes.

6. Crecer en las virtudes

El cristiano que intenta vivir una vida según Dios, cuenta con la gracia divina y las virtudes, es decir, con todos los medios para conseguir el fin al que Dios le llama. En consecuencia, con la ayuda de Dios y el esfuerzo propio ha de ir creciendo en la virtud. Dios nunca abandona, y basta que luchemos para hacer el bien y vivir la caridad -sobre todo- que, como hemos dicho, consiste en amar a Dios con toda el alma y a nosotros y al prójimo por amor de Dios.

La persona y su dignidad En la sociedad, todas las personas tienen diferentes formas de pensar, sentir y actuar. A menudo estas particularidades se les llama personalidad. Estos rasgos que poseen todas las personas son cualidades que las diferencian de otros seres vivos y de los objetos inanimados. Es en esto donde se revela la presencia de Dios, ya que cada ser humano es creado a su imagen y semejanza, y de esta forma es dotado de una dignidad, que no puede ser violentada sin provocar graves consecuencias. Esta dignidad les confiere a las personas los siguientes atributos: • Ser libres: pues les permite elegir, actuar o decidir de forma individual y voluntaria. • Ser responsables: ya que les obliga a dar cuenta de cada una de sus decisiones de vida. • Ser Sociales: por lo cual necesitan vivir y crecer en comunidad con otras personas. • Poseer derechos: comenzando por los de la vida y la igualdad ante la ley y ante Dios. • Poseer obligaciones: que son los deberes que deben cumplir para poder vivir en comunidad con sus semejantes. La condición de persona implica tener un espíritu que nos acerca lo sagrado y un alma racional, que nos proporciona inteligencia, voluntad y libertad. En la condición humana también poseemos un cuerpo material, el cual es sustento de nuestra existencia física. Ello nos distingue de las personas divinas: Dios Padre, Espíritu Santo y Jesús. La Persona y la comunidad Cuando tenemos un objetivo en común y reconocemos mutuamente la dignidad del otro surge una comunidad, es decir, un grupo de personas unidas por el amor, el respeto y la solidaridad. Las comunidades se construyen con base en la fraternidad y se fundamentan en dos condiciones esenciales: • La entrega: en la que reconocemos a los demás como personas singulares, poseedoras de una identidad, con múltiples derechos y deberes. Esto conlleva a aceptar las diferencias y, a su vez, asumirlas como un valioso aprendizaje y una oportunidad de cambio para lograr vivir en comunidad.

La comprensión: gracias a ella asumimos actitudes generosas con las demás personas de la comunidad en la que vivimos. Gracias a que comprendemos el valor del bien común y valoramos la posibilidad de convivir en armonía, logramos entablar mejores relaciones personales y colectivas.

La Persona y la comunidad Cuando tenemos un objetivo en común y reconocemos mutuamente la dignidad del otro surge una comunidad, es decir, un grupo de personas unidas por el amor, el respeto y la solidaridad. Las comunidades se construyen con base en la fraternidad y se fundamentan en dos condiciones esenciales: • La entrega: en la que reconocemos a los demás como personas singulares, poseedoras de una identidad, con múltiples derechos y deberes. Esto conlleva a aceptar las diferencias y, a su vez, asumirlas como un valioso aprendizaje y una oportunidad de cambio para lograr vivir en comunidad.La comprensión: gracias a ella asumimos actitudes generosas con las demás personas de la comunidad en la que vivimos. Gracias a que comprendemos el valor del bien común y valoramos la posibilidad de convivir en armonía, logramos entablar mejores relaciones personales y colectivas.

 La moral y la ética En la vida comunitaria, las relaciones entre las personas dan origen a costumbres y tradiciones en la que se enmarca normas y se da cuenta de los valores que son compartidos por dichas personas entre sí, de acuerdo con una visión moral. La palabra moral proviene del latín mores y significa precisamente costumbre. Es la moral la que permite que las personas puedan distinguir entre los actos buenos y los malos actos. Para establecer esa diferencia moral entre nuestras acciones, hacemos uso de lo que se ha denominado conciencia, la cual es esencialmente un juicio de razón que nos permite inspeccionar nuestras acciones en relación con las normas morales. Por otra parte, la ética, que es el estudio y la reflexión que hacemos acerca de la moral. Se basa en la idea de que existen normas morales universales que rigen los actos libres y conscientes de las personas. La ética Reflexiona sobre los sistemas de normas morales que existen y proporciona pautas acerca de cómo deben conducirse las personas en un medio social, es decir, frente a las instituciones, los sectores laborales o básicamente en la vida pública. Cada actividad humana, ya sea una profesión o un oficio, se rige por principios que orientan la conducta de las personas, además de establecer límites o prohibiciones para evitar actos que se consideran negativos o perjudiciales. La ética también se extiende a la relación del Estado con los ciudadanos y generalmente se expresa en las leyes que rigen a los gobiernos, así como en los derechos y deberes de todos los ciudadanos.





 

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